¿Qué
 le sucede a la rana que cuando la metes en una cazuela con agua fría y 
comienzas a calentarla es incapaz de saltar fuera antes de morir 
hervida?. Todos sabemos lo que ocurre, la progresiva subida de 
temperatura del agua impide a la rana darse cuenta de que realmente 
corre peligro, y esto se debe a que su cuerpo se adapta en la misma 
progresión a la nueva temperatura del agua. La verdad es que nunca he 
hecho este cruel experimento, pero realmente pone de relieve algo que 
nos asemeja mucho a las ranas, se trata de nuestra capacidad para 
adaptarnos. 
Vivimos
 fechas de revisiones salariales, en el mejor de los casos subidas, en 
casos no tan malos congelaciones y en la peor de sus expresiones están 
las reducciones de salario (por no mencionar aquellas personas que 
pierden su empleo). Nuestros salarios son un gran ejemplo de cómo 
funciona nuestra capacidad de adaptación ante las expectativas... y os 
anticipo que el sistema de funcionamiento no es diferente al de nuestro 
cuerpo, básicamente porque todos los datos van al mismo sitio: nuestro 
cerebro.
En el tema salarial, Andrew Clark
 ha realizado una serie de estudios sobre el nivel de satisfacción de 
los trabajadores británicos y ha comprobado que dicha satisfacción tiene
 una fuerte correlación con el nivel de incremento, más que con el 
salario en sí mismo. Es decir, que un trabajador que gana 100 puede 
estar mucho más satisfecho que uno que gana 1000 (suponiendo que un 
salario de 100 cubra las necesidades básicas de la persona). La 
diferencia radica básicamente en el incremento salarial, si al de 100 le
 suben un 10% y al de 1000 un 1%, a pesar de que cuantitativamente el 
incremento es el mismo, la satisfacción general del trabajador con menor
 salario será mucho mayor. 
Del
 estudio se desprenden conclusiones muy interesantes y un campo de 
trabajo sobre el que se puede innovar y reorientar las políticas 
salariales y los procesos de comunicación asociados.
Puede
 parecer frívolo hacer este tipo de comparaciones, ¿cómo vamos a 
comparar 100 con 1000?. Parece evidente que el de 1000 siempre estará 
más satisfecho que el de 100. Pues siento comentaros que en la última 
década hay toda una batería de estudios que demuestran que a pesar de 
los pesares, nuestros niveles de satisfacción con la vida tienen una 
tendencia natural a dirigirse a su nivel habitual. Ni tener mucho nos 
hace más felices, ni tener poco más desdichados. 
Solemos
 ser poco hábiles a la hora de predecir nuestro grado de adaptación 
hedonista a los regalos, buenos y malos, que nos hace la vida. Y 
básicamente nos solemos equivocar porque no tenemos en cuenta que la 
vida sigue su curso y que el paso de los días nos trae cientos de 
acontecimientos que hacen que ese cálculo inicial pierda su sentido 
desde el primer segundo.
Esta
 entrada no es una invitación al abuso, más bien se trata de evitar lo 
que le pasa a la rana. Ser conscientes de cuando el agua se calienta o 
se enfría nos ayudará a mejorar la calidad de nuestra toma de 
decisiones, y por ende de nuestra vida.


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