Quién no sabe que fumar mata, o que hablar por el móvil en el coche es causa de accidentes, quién no reconoce los beneficios del ejercicio físico regular como el mejor antídoto contra la enfermedad. No creo que nadie tenga duda alguna sobre ello, pero ahora preguntaría: ¿cuánta gente conoces que fume?, ¿has hablado alguna vez por el móvil mientas conducías?, ¿practicas ejercicio de forma regular?, y si lo haces, ¿cuántas veces el sillón de tu casa te ha llamado a gritos para que no lo abandones por tus zapatillas de deporte?. Todos tenemos claro los beneficios de determinadas acciones a largo plazo, pero es el corto plazo, el placer instantáneo, el comportamiento irracional, el que guía nuestras acciones. Conscientes de ello, fabricantes de coches, de teléfonos móviles, de electrodomésticos,... intentan constantemente suplir esta “deficiencia” de la persona con sistemas de seguridad que permitan minimizar los efectos perniciosos de la procrastinación, pero a pesar de los pesares, nuestra capacidad para anteponer el corto al largo plazo sigue provocando un sin fin de comportamientos irracionales de los que seguro tú podrías redactar una buena lista.
El ser humano es un manojo de instintos, no muy diferentes del que disfruta el resto del reino animal, y es precisamente la procrastinación la que nos acerca al mundo animal y nos aleja del mayor de los poderes del ser humano: ser responsables de nuestras acciones. Quizás las sociedades del futuro destaquen por ser capaces de anular los efectos negativos del poder de algunos de esos instintos. Es precisamente nuestra consciencia la que nos debe hacer dueña de nuestros actos, dejar que nuestros instintos decidan por nosotros no nos deja en mejor lugar que un león, un primate o un ratón. Quizás la base de la procrastrinación sea la falta de autocontrol, igual que los niños que se hacen pis en cama. Y lo más contradictorio de la situación es que nosotros, procrastinadores por naturaleza, tratamos de educar a nuestros hijos para que no lo sean. Al final ellos no dejan de repetir lo que ven a su alrededor y eso provoca una espiral que genera un ser humano esclavo de su pereza, de su incapacidad para tomar decisiones correctas a largo plazo. En paralelo, la tecnología que creamos diseña miles de sistemas para ayudarnos a ser cada vez menos esclavos de la procrastinación, pero lo único que consiguen es hacernos todavía más dependientes. ¿Será este la cura a nuestra pereza, o quizás sea una de las causantes de una dependencia cada vez mayor de gadgets antiprocrastinación?. ¿Quizás la tecnología nos convierte en seres menos capaces de auto controlarnos? no lo sé, pero me da la sensación de que muchas de estas tecnologías son incompatibles con el ser humano, es cierto que alimentan y ayudan a que nuestra falta de autocontrol no se convierta en una debilidad fatal, pero realmente están vaciando la esencia del ser humano y acercándolo un poco más a esos animales que viven la sabana. Recordemos que somos responsables de educar a las generaciones futuras, no descarguemos toda la responsabilidad de evitar este tipo de comportamientos en las tecnologías, ellos serán el espejo de lo que nosotros somos.
Conociendo los efectos perniciosos de la procrastinación, es cosa nuestra diseñar sistemas que ayuden a suplir esta fragilidad, que nos permitan mejorar nuestro autocontrol y sobre todo que nos ayuden a ver los beneficios a largo plazo de asumir determinados “sacrificios” en la inmediatez del momento. Como sociedad, es enormemente beneficioso saber cuándo fallamos y ser capaces de diseñar o inventar nuevas formas de vencer a nuestros errores, pero para ello no creo que necesitemos la tecnología, nosotros poseemos la mayor de las computadoras, os recuerdo que está encima de nuestros hombros.