El
 otro día echaba cuenta de todos los amigos cuyos padres conozco. En la 
inmensa mayoría de los casos, el comportamiento de los hijos es paralelo
 al de sus padres. ¿Y qué quiere decir esto?, los hijos crecen y se 
desarrollan en un entorno en el que los padres son el centro del 
universo.
La necesidad de afecto y de pertenencia nos hacen luchar con todos los recursos a nuestro alcance por conseguirlos. Las vías para conseguirlo son múltiples y muy variadas, cada una de ellas depende del carácter y comportamiento de los padres. El niño busca los recovecos en esa maraña de emociones y sentimientos que le abran el camino hacia lo que necesita.
La necesidad de afecto y de pertenencia nos hacen luchar con todos los recursos a nuestro alcance por conseguirlos. Las vías para conseguirlo son múltiples y muy variadas, cada una de ellas depende del carácter y comportamiento de los padres. El niño busca los recovecos en esa maraña de emociones y sentimientos que le abran el camino hacia lo que necesita.
Éstas
 estrategias, poco a poco comienzan a convertirse en algo más que 
hábitos. Con el paso del tiempo, esa forma de actuar determina nuestros 
modelos futuros de conducta. Las personas somos el producto de otras 
personas. Nuestros cuidadores son los que configuran nuestra forma de 
ser, ellos marcan el camino a seguir para sobrevivir, y el niño aprende 
que para encontrar lo que necesita tiene que adaptar sus valores, 
comportamientos y emociones al entorno en el que le ha tocado vivir.
Aprendemos
 a sobrevivir en los entornos que crean nuestros mayores dando forma a 
los valores y creencias que nos definen. Ese es nuestro lugar, donde 
realmente sabemos cómo defendernos.
Cuando
 cruzamos nuestro camino con otros donde esos valores no son parte del 
paisaje, nos resultará mucho más difícil salir adelante, básicamente 
porque estamos en terreno desconocido. Esa es una de las causas 
principales de divorcios, separaciones, engaños,... una convivencia 
obligada de valores encontrados. Resultado: cada uno por su lado. 
En
 nuestro mundo, el trabajo supone una parte importante de nuestro tiempo
 vital. Cada día pasamos más tiempo trabajando, en la oficina y fuera de
 la oficina. Durante todas esas horas pasamos a formar parte de un mundo
 diferente al de nuestra infancia. Compañeros, jefes, proveedores, 
clientes, amigos,... son las personas con las que ahora compartimos 
nuestras vidas. Todos ellos productos de otras personas y con formas de 
ser y actuar muy diferentes a la nuestra. No es para nadie nuevo el 
esfuerzo que hacen las empresas para fidelizar a sus empleados estrella,
 aquellos que realmente necesitan si quieren que las cosas vayan bien. 
Dinero, incentivos, bonos y otras muchas formas de demostrar la valía 
profesional de alguien son concebidos como la llave que abre todas las 
puertas, pero realmente hay algo más fuerte que lo material detrás de 
nuestras intenciones, se trata de alcanzar lo mismo que nos movió a 
actuar en nuestras casas para conseguir el cariño y aprecio de nuestros 
padres. Esa es realmente la fuerza que fija las relaciones de una 
persona con su entorno profesional. Se trata de buscar un lugar donde 
nuestros valores y comportamiento sean paralelos a los de la 
organización. No quiere esto decir que no podamos trabajar y 
desarrollarnos en lugares donde no exista esta simetría. Es 
perfectamente compatible, lo que ocurre es que no se tratará de nuestro 
sitio. Será otro sitio, bueno o malo, no lo sé, pero de lo que estoy 
seguro es de que no será nuestro sitio.
Necesitas
 sentirte cómodo para dar lo mejor de ti mismo. Necesitas sentirte libre
 para pensar y actuar, un lugar donde tu voz tenga voto, donde se 
aprecie tu forma de actuar y pensar. Un lugar donde existes porque eres 
percibido.
¿Por
 qué somos puntuales o impuntuales, por qué tenemos esa manías tan 
raras, por qué como lo que como, por qué conduzco como conduzco?,.... y 
tantas preguntas que tienen su respuesta en la combinación de valores y 
comportamientos de los que nos han educado. Ahí está el secreto que 
mueve buena parte de la acciones de la personas, un lugar que atrae a 
quien lo habita de una manera tan primaria que cualquier otro estímulo 
pasa a un segundo plano.
Hoy
 trabajar es un regalo, pero no por ello debemos dejar de pensar en 
buscar nuestro lugar. ¿Y tú dónde estás?, ¿estás cerca o lejos de ese 
sitio donde todo sucede de una forma más sencilla y natural, donde 
existir consume sólo la energía estrictamente necesaria?.


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