
  En  mis años de carrera universitaria conocí un concepto denominado ilusión  monetaria (impresión que tienen los individuos y empresas de haber  aumentado su capacidad de compra al haber sufrido un cambio en sus  rentas nominales o en los precios, cuando de hecho no toman en cuenta la  inflación que produce una pérdida de la capacidad adquisitiva real del  dinero) que me ayudó a entender un poco mejor cómo funciona el fenómeno  rebajas.  De hecho, recuerdo a la perfección un de los ejemplos que nos  ponían en clase, para que lo entendiésemos nos explicaban la sensación  que tiene la gente de no gastar dinero cuando paga con la tarjeta de  crédito, no tiene esta sensación simplemente porque no ve el dinero  físico salir de su cartera. 
  Las  compras compulsivas en época de rebajas son asumidas como un  comportamiento racional, otra forma de ahorrar, algo que en muy pocas  casos sucede. Estos comportamientos vienen a demostrar, una vez más, lo  lejos que estamos de controlar ciertos impulsos. Seres racionales  sumidos en un tsunami de irracionalidad. El problema reside en pensar  que somos dueños de nuestros actos, que cada una de las cosas que  hacemos atiende a decisiones lógicas en nuestro cerebro. ¿Y si no somos  capaces de controlar nuestro pensamiento, realmente seremos capaces de  controlar nuestros actos?. La falsa sensación de control nos hace  responsables de actos que no atienden a la lógica, pero este “defecto”  ha venido a ser suplido por nuestra capacidad para explicar lo  inexplicable, para hacer razonable lo irracional.
  La  irracionalidad esta sumamente devaluada, es más, a nadie le gusta  pensar que algo de lo que hace atiende a principios irracionales, según  cualquiera de nosotros, todo lo que hacemos es por algo. Cuando realizo  una compra compulsiva es por algo, o cuando actúo en base a mi intuición  también es por algo. ¿Por qué huimos de la irracionalidad?, ¿Por qué le  tenemos tanto miedo?, quizás porque no sabemos los efectos positivos de  la misma. La irracionalidad nos permite cosas tan importantes como  confiar en otras personas, disfrutar realizando esfuerzos inhumanos o  cuidar y querer a nuestros hijos. Desde un punto de vista lógico y  racional quién estaría dispuesto a sacrificar parte de su comodidad y  bienestar por tener un bebé, una personita que llora a cualquier hora,  que te despierta a altas horas de la madrugada, que a medida que se hace  mayor no te da más que quebraderos de cabeza. Si la irracionalidad no  existiese nuestra especie se extinguiría.
  En algún otro post  del blog ya hablábamos de la disonancia cognitiva y nuestra capacidad  para trazar conexiones lógicas a incoherencias absolutas. Los  profesionales del marketing lo saben bien y son momentos como el de las  rebajas donde aprovechan esta característica humana para diseñar  historias capaces de hacernos creer que comprando ahorramos. Es curioso  como hacemos nuestras esas historias y las utilizamos para justificar  acciones que desde un punto de vista lógico no tienen ni pies ni cabeza.  Todos somos víctimas, nadie se salva, ni los responsables de diseñar  estas historias están libres de los efectos de la disonancia cognitiva. 
  Si lo irracional domina de tal manera nuestras vidas, me surge una pregunta: ¿quién tiene la sartén por el mango?.

0 comentarios:
Publicar un comentario