En aquel momento me pregunté cómo le hubiera explicado aquel hombre a un amigo suyo lo que estaba sucediendo. ¿Realmente le hubiera hablado de la famosa falla en el metro, o le hubiera dicho que había una falta de transportes disponibles y se movería algo pero que eso era normal?. Lejos de ser una simple anécdota, este tipo de situaciones resultan muy habituales en las relaciones que una gran mayoría de empresas mantienen con clientes, e incluso empleados. Se trata del bilingüismo. Un mismo idioma con significados tan opuestos que parecen diferentes. Uno de ellos es el que solemos utilizar con las personas de nuestro entorno: amigos, pareja, familia. El otro es una lengua extraña que se escribe y pronuncia igual pero que sólo utilizamos con clientes, jefes, empleados, … Por ejemplo: cuando haces algo mal pides perdón, las empresas lamentan los posibles inconvenientes que te hayan podido ocasionar. En ambos casos se quiere expresar lo mismo pero el resultado es totalmente diferente. En el primer caso sientes la necesidad de perdonar, en el segundo la de protestar y reclamar. ¿Y cómo diciendo lo mismo se produce un resultado tan antagónico?. La clave está en la intención. Estoy seguro de que el comandante de mi vuelo cuando habló de la maniobra del operador intentaba transmitir una imagen de profesionalidad y seriedad. ¿Pero realmente hay algo de profesional y serio en conseguir que los pasajeros del metro se preocupasen por algo por lo que no había que preocuparse?
La intención es el instrumento que convierte un lenguaje en otro, y viceversa. En uno de ellos habla el corazón, en otro los estereotipos. Cuando habla el corazón, el lenguaje está cargado de sentimiento y emoción y las palabras construyen un mapa que indica el camino. Cuando hablan los estereotipos, las palabras se convierten en la tinta que utilizan los calamares para huir de sus depredadores. Lo que era claro deja de serlo y el camino se vuelve confuso. ¿Por qué hacemos esto?, ¿qué tratamos de esconder?. El miedo a parecer, a equivocarse, a defraudar, a …. es uno de los disparadores de ese lenguaje que nos aleja de nuestra verdadera naturaleza y nos impide ser realmente lo que somos: personas. El estereotipo nos convierte en un recurso, en el deseo de otros. El estereotipo nos roba el derecho que todos tenemos a ser humanos.
Me encanta imaginarme un mundo en el que todos hablamos el mismo idioma, el mismo que utilizamos en nuestras casas. Un mundo en el que las empresas nos traten como personas y no como clientes, en el que las políticas corporativas otorgan a sus profesionales el derecho de ser ellos mismos, donde esté prohibido utilizar un idioma en el que no se diga lo que se quiere decir, donde hablar desde el corazón no se considere una muestra de debilidad. Necesitamos empresas más humanas y también necesitamos personas más humanas. Nuestro lenguaje fija los límites de la realidad que todos y cada uno de nosotros conocemos, en nuestras manos está expandirlo.
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