De
 lo intrínseco de la motivación hemos hablado en múltiples ocasiones en 
este blog. No hay duda de que le verdadera motivación nace dentro de 
cada uno de nosotros. Se trata de una energía que nosotros fabricamos y 
cuyos interruptores son la autonomía, la maestría y el propósito. Pero 
nunca hemos hablado de cuál es el motor que mantiene toda esta 
maquinaria en marcha. Yo le voy a llamar: uyyy!!!. Se trata de la 
sensación que genera en nosotros situaciones en las que, casi, 
conseguimos el objetivo deseado. Cuando nos quedamos a un punto de la 
gloria. Situaciones que generan cantidades suficientes de dopamina, que 
inundan nuestro cerebro medio creando en nosotros sensaciones similares a
 la de la victoria. No hemos ganado, pero casi. Y ese “pero casi” es un 
uyyy! que anula en nuestro cerebro la sensación de derrota y nos empuja a
 seguir intentándolo... porque hoy es nuestro día de suerte!. Nuestro 
circuito de recompensas se ve atraído de una manera intrínseca por la 
sensación que genera uyyy!
Cuando
 las cantidades de dopamina generadas en el cerebro están muy por encima
 del nivel de equilibrio, entonces podemos ver la cara oscura de este 
proceso en forma de ludopatía. Una enfermedad que impide ver al que la 
sufre las inmensas probabilidades que tiene el fracaso en su búsqueda 
incesante del gran triunfo. Los casinos son fábricas de algoritmos 
diseñados para aprovecharse del motor de la motivación intrínseca. Un 
motor que se activa cada vez que el uyyy! hace presencia en nuestras 
vidas.
Nuestros
 más antiguos ancestros ya eran movidos por esta fuerza empujándoles a 
cazar más, a buscar un mejor lugar donde vivir, a querer demostrar que 
su esfuerzo se merecía mucho más. Esta fuerza nos ha traído hasta aquí, 
un mundo donde tenemos más de lo que podemos tener. 
Si
 te paras a pensar en esta fuente de energía cinética seguro que 
detectas entre tus múltiples actividades diarias aquellas que despiertan
 la fuerza que te empuja un poquito más. Esa energía que hace nuestras 
vidas interesantes al ser la responsable de anunciarnos la presencia de 
lo que realmente nos gusta. Cuando este motor se enciende hay algo ahí 
que nos hace sentir bien, una sensación que nos permite disfrutar de la 
fuerza del progreso. Y en el momento que el progreso hace presencia en 
nuestras vidas, nuestra fuerza de voluntad se ve enormemente reforzada.
Conocemos
 los interruptores y sabemos como funciona el motor de la motivación 
intrínseca, ¿entonces, por qué no los usamos más a menudo?. Esto, lejos 
de ser un secreto, es una herramienta de trabajo para muchas personas 
que diseñan estímulos que cada día hacen miles de impactos en nuestra 
vida. Como todas las fuentes de energía, son limitadas, y cuando su uso 
se ve activado en múltiples ocasiones, por cada vez más ingeniosas 
formas de llegar a nosotros, sufrimos el riesgo de que el motor se vicie
 y no podamos usarlo cuando realmente más lo necesitamos.
La
 fuerza de “casi casi” es nuestro mayor aliado a la hora de encontrar la
 forma de poner en marcha nuestro interior. Vigilar cómo funciona y 
cuándo funciona este motor ayuda a encontrar nuestro mejor yo. Un yo que
 olvida lo que le rodea para disfrutar realmente de lo que hace, de esa 
tarea que es inmune a evaluaciones, juicios de valor, plazos, miedo, 
imposiciones,... Cuando encontramos esa tarea nosotros somos los dueños,
 los que controlamos lo que pasa, precisamente porque somos los que 
mejor entendemos lo que hacemos, y además, lo que hacemos nos permite 
sentir esa conexión entre el resultado de nuestro trabajo y su objetivo.
 Cuando esto sucede la magia del significado genera el envoltorio de una
 ecuación perfecta cuyo resultado es una de las mejores versiones de ti 
mismo.


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