Cada
 vez es más común que nos dejen customizar nuestras zapatillas de 
deporte, nuestro coche, la ropa, los productos electrónicos, nuestras 
vacaciones, nuestros productos financieros,... y en esa customización 
reside el secreto. Se trata de la regla del 70/30, un 70% es producto 
elaborado, el 30% restante corre de nuestra cuenta. Y es ese 30% el que 
le otorga al producto un plus que incrementa su valor por encima de su 
valor de mercado. Ese plus es lo que vale nuestro trabajo. De qué manera
 se podría explicar sino el que los clientes de los bancos hagan sus 
transferencias desde internet ahorrando el trabajo al propio banco y aún
 así estén dispuestos a pagar por ello, o como muchas marcas te ceden 
una parte del diseño de sus productos en las que el cliente asume un 
sobrecoste por ello. 
 Los
 animales presentan un comportamiento ciertamente curioso en lo que se 
refiere a las recompensas, y que nos puede ayudar a entender lo 
anteriormente descrito. No sé si habéis tenido la oportunidad de visitar
 un parque de adiestramiento de loros, estos simpáticos animales 
muestran una tendencia a despreciar toda aquella recompensa que no sea 
fruto de un esfuerzo previo. Da igual que tengan una plato repleto de 
sus alimentos favoritos al alcance de sus “manos”, ellos muestran una 
preferencia innata a ganárselos fruto de su esfuerzo. El psicólogo Glen 
Jensen acuñó este comportamiento como contrafreeloading, que describe la
 preferencia de ciertos animales a ganarse la comida frente a 
simplemente disponer de la misma sin tener que realizar esfuerzo alguno.
 Resulta curioso los paralelismos que existen entre la customización y el contrafreeloading:
 - El esfuerzo que ponemos en algo no cambia el objeto, simplemente cambia la valoración que nosotros hacemos del mismo.
 - Cuanto mayor es la cantidad de trabajo, mayor es el amor por el mismo.
 La
 creencia popular muestra un panorama bien distinto. El esfuerzo saca a 
la persona de su espacio de confort conduciéndolo por el camino de la 
frustración y el estrés. Según dichas creencias, si el ser humano 
quisiera maximizar su bienestar tendría que evitar cualquier tipo de 
trabajo y buscar un estado continuo de relajación... esto me recuerda a 
la imagen que nos presentan constantemente de una vacaciones ideales: 
palmeras, playa, tumbona, mojitos y poco más.
 Sin
 embargo hay algo en nuestro interior que niega esta creencia, sin ir 
más lejos pienso en nuestras aficiones. A todo el mundo le gusta hacer 
algo, y ese algo generalmente suele suponer esfuerzos y sacrificios que 
hacen que la tarea sea interesante en sí misma. Por ella estamos 
dispuestos a sacrificar tiempo, esfuerzo y recursos. Una característica 
de este tipo de actividades es que perduran en el largo plazo y la 
rentabilidad de las mismas no se mide por los resultados inmediatos, es 
el camino lo que nos hace disfrutar, y no el resultado.
 Llama
 la atención lo bien que han sabido entender esta característica humana 
determinadas marcas, pero lo que es realmente curioso es lo poco claro 
que lo tenemos nosotros. Nos hemos instalado en la demonización del 
esfuerzo, en la creencia de que cuanto más fácil mejor, y eso nos 
incapacita para crecer y buscar el verdadero disfrute que supone 
conseguir las cosas fruto del esfuerzo y el trabajo. Este camino mina 
nuestra capacidad para perseverar y nos instala cómodamente en nuestros 
sillones, donde el confort de nuestras vidas nos impide entender el 
verdadero valor del trabajo. 
 Los loros lo tienen claro, ¿es que vamos a ser nosotros menos?.


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