Imagínate
 que te invitan a una fiesta. Cuando llegas, tu anfitrión escribe un 
número en tu frente. En ese momento accedes a una sala donde te 
encuentras un gran grupo de hombres y mujeres, cada uno de ellos llevan 
escrito en la frente un número entre el 1 y el 10. Descubres que no hay 
espejos en toda la casa y que por lo tanto te resulta imposible saber 
cuál es tu número. El sistema de valoración hace referencia a tus 
atributos físicos, es decir, el anfitrión valora de 1 a 10 tu apariencia
 física y te asigna una puntuación.
Una
 vez dentro, como es natural, tratas de establecer contacto con las 
personas que llevan el 10, te acercas pero compruebas que ellos/as no te
 hacen caso. Reconsiderando tus opciones pasas a fijarte en los nueves y
 te sucede más de lo mismo, entonces comienzas con los ochos hasta que 
alguien con un 4 se acerca y te invita a beber algo.
Hay una fábula conocida como “el zorro y las uvas”
 en la que un zorro, mientras paseaba por el bosque,  encuentra un 
racimo de apetecibles uvas colgando de una rama. El zorro, sediento, 
decide tomar carrerilla para saltar y hacerse con las uvas. Tras varios 
intentos, el zorro es incapaz de alcanzarlas y decide abandonar su 
misión. En ese momento se dice a sí mismo: “seguramente estén agrias”. 
Esta fábula nos muestra lo sencillo que resulta despreciar todo aquello 
que no está a nuestro alcance.
Algo
 similar sucede en la fiesta a la que nos han invitado. Tenemos una 
tendencia natural a sobrevalorar nuestros atributos, pero la realidad es
 que dicha valoración siempre está sometida a consideraciones que están 
lejos de nuestro alcance. Lo normal es que busques dieces porque tú 
mismo no te puedes ni imaginar que valgas menos de un 10. Pero el 
entorno te demuestra que esa valoración no concuerda con la realidad, y 
en un proceso natural de adecuación buscas tu rango, la escala a la que 
perteneces. A medida que la fiesta discurre, comienzas a comprobar que 
el 10 llama al 10, que el 7 llama al 7 y que este proceso sucede de un 
modo totalmente natural.
Al
 igual que en la fábula del zorro y las uvas, surge en nosotros una 
predisposición hacia el desdén por todo aquello que no podemos tener y 
que está lejos de nuestro alcance. Es entonces cuando ponemos en 
funcionamiento nuestras armas y de una manera subconsciente nuestra 
cabeza es capaz de cambiar la forma de observar el mundo que nos rodea. 
En vez de simplemente aceptar aquello que está lejos de nuestro alcance,
 nuestro arsenal psicológico convierte nuestra realidad en algo 
totalmente aceptable. No nos vamos a hundir porque un 10 no nos quiera, 
en vez de ello utilizaremos nuestros recursos para pensar que quizás 
esas uvas estén demasiado ácidas para nosotros.
¿Cómo
 funcionan estos trucos “caseros” para conseguir suplantar la verdadera 
realidad por aquella que más nos conviene?. SImplemente consiste en 
cambiar la ponderación de nuestro sistema de prioridades. En nuestra 
fiesta, si comprobamos que nuestra puntuación es un 4, el aspecto físico
 pasará a un segundo plano y comenzaremos a valorar otros aspectos como 
la simpatía, el nivel cultural, la calidad de la conversación, las 
aficiones,... Por contra, el grupo de personas con un 10 no despreciarán
 estos valores, pero priorizarán el aspecto físico por encima de muchos 
de los factores antes mencionados. Simplemente reconsiderando el ranking
 de atributos somos capaces de modificar nuestra visión del mundo. Y 
esto no significa que el 4 no sea capaz de apreciar la belleza, lo que 
ocurre es que al verla lejos de su alcance la convertirá en un factor 
menos importante en su escala de prioridades.
Este
 proceso de valoración no sólo sucede en el ámbito de lo físico. El 
mundo profesional es otro entorno donde se produce. Pero hay una 
diferencia clara entre ambos, mientras que en el ámbito de lo físico 
poco podemos hacer para cambiar nuestro aspecto (poco creo en la cirugía
 y en el photoshop), en el mundo profesional esta nota tiene una mayor 
dependencia de nosotros mismos. En este caso, nosotros somos los dueños 
de nuestra puntuación y podemos hacer mucho para cambiarla. Pocas cosas 
más ridículas hay que creerse un 10 y ser un 4. ¿Te lo imaginas?, 
pulular por tu empresa creyéndote un fenómeno mientras que el resto ve 
el 4 grabado a fuego en tu frente.


0 comentarios:
Publicar un comentario