El libro de Barry Schwartz, Por qué mas es menos: la tiranía de la abundancia,  presenta un mensaje muy interesante: cuanto más tenemos menos libres  somos. La tiranía de la riqueza nos obliga a convertir en confort cosas  que no lo son. Hemos llegado a un punto en el que tenemos tantas  opciones donde escoger que este hecho se ha convertido en un tormento  moderno. El castigo del “y si ....”, el veneno del “qué dirán ....” o el  cáncer de “es que fulano tiene...” hacen que suframos los efectos de la  cinta de correr: correr, correr y correr para desgastar nuestras  energías en un esfuerzo inútil que nos conduce a ninguna parte. El  mensaje de este libro es muy potente. Es un mensaje a tener en cuenta  en nuestra sociedad. Un mensaje para padres, educadores, políticos y  empresas. Hemos estado caminando mucho tiempo por un camino equivocado.  Creíamos que dar, que presentar mil opciones, que ofrecer mil productos,  eran sinónimo de libertad; pues la ciencia nos invita a pensar que esta  idea es contraproducente. Lejos de incrementar nuestra libertad, la  multiplicidad de opciones nos ha sacado de una pecera en la que  conocíamos los límites, en la que tener unas fronteras nos permitía  invertir el tiempo en lo realmente interesante: estar con los demás.  Salir de la pecera nos deja solos en un océano de posibilidades que  consumen cantidades de nuestro tiempo enormes. Tiempo que no podemos  dedicar a cuestiones que en el pasado nos hacían sentir bien. Este  proceso provoca que perdamos parte del control sobre nuestras vidas.  Vivimos la gran herencia de nuestros antepasados, su trabajo y esfuerzo  nos han traído al mejor momento de la historia de la humanidad y  nosotros no hemos sabido entenderlo de la forma correcta. Nuestra  psicología es imperfecta y tiene estas cosas.
En  lo que a las empresas se refiere, ellas son parte de los receptores de  este mensaje. ¿Cuánto de lo que vivimos no es culpa de ellas?. Parece  que las empresas, al igual que nuestros antepasados, nos han dado un  montón de cosas que antes no teníamos y todo esto parece que nos ha  hecho más infelices. ¿Culpa de la persona?, ¿culpa de la empresa?. No me  atrevería a responder a esta pregunta, lo que sí sé es que tenemos un  problema.
La  creencia de que darle muchas cosas a un niño hace que este las valore  menos está bastante popularizada. Las sueles escuchar a los padres de  las criaturas. El sentido común nos invita a pensar que si lo dicen será  por algo. Entonces, si lo sabemos, ¿por qué nos empeñamos en lo  contrario?.
Seguro  de vida, cheque restaurante, cheque guardería, plan de retribución  flexible, cheque informático, horario flexible, jornada de verano,  catálogo de formación, .... y tantos productos como quieras. Esta es la  retahíla de cosas que te puedes encontrar en muchas empresas  afortunadas. Una infinidad de opciones para ser infeliz. ¿Alguna vez has  pensado que cuanto más tenemos, más queremos?: el piso se me queda  pequeño, el coche no es lo suficientemente potente, las vacaciones no  son lo suficientemente exóticas ó en mi trabajo no me ofrecen tal cosa.  Detrás de estas ideas se esconde la incertidumbre que genera la  multiplicidad de opciones. Tengo jornada de verano, horario flexible,  licencias para todo, .... pero me falta poder escoger los días de  vacaciones cuando me da la gana; y el pensamiento puede llegar a ser: “  .... es que en mi empresa no puedo coger las vacaciones cuando me da la  gana...”. ¿Por qué?, según el profesor Schwartz todas esas opciones las  convertimos en confort, ya no son un motivador, dejan de serlo a los  pocos meses de formar parte de nuestras vidas. Cuando nos acostumbramos a  las cosas pasamos a convertirlas en el suelo sobre el que volvemos a  evaluar. 
Se  ofrecen demasiadas opciones. Me da la sensación de que poca gente  piensa en el significado y la utilidad a la hora de diseñar la oferta de  opciones de la que disponemos. La multiplicidad nos bloquea, dificulta  la toma de decisiones, y cuando las tomamos, todas las opciones  descartadas nos castigan recordándonos que nos hemos equivocado. Eso nos  frustra y no nos permite disfrutar aquello por lo que hemos apostado.  Se podría definir como el castigo de tener mucho, maximizadores que  buscan la satisfacción inmediata de placeres cortoplacistas perfectos.
Aquellos  que tenemos la responsabilidad de construir esos paquetes de ofertas  deberíamos dejar de ser administradores para convertirnos en  diseñadores. Administrar es fácil, lo realmente difícil es diseñar. Ser  capaces de dibujar ideas que le hagan la vida mucho más fácil a la  gente. ¿Parece que lleva asociado poco trabajo?, pues todo lo contrario.  Estos diseñadores piensan en la utilidad que va a tener el producto, en  el significado dentro del contexto en el que se encuentra. Sin duda un  trabajo fruto de complicados procesos intelectuales, nada de funciones  repetitivas y simples.
Imagínate poder diseñar ideas que hagan a la gente más feliz en su trabajo, a caso ¿no es eso la mayor felicidad?. 

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