“Como adultos, estamos acostumbrados a comunicarnos mediante explicaciones conceptuales. Un código de comunicación que compartimos y que permite que nos entendamos perfectamente entre nosotros. Lo utilizamos cuando nos comunicamos entre adultos y, por extensión, lo utilizamos también con los niños. Pero la mente infantil es poco receptiva a este código. A los niños les cuesta entrar en el significado de los conceptos, y aunque los pueden entender, difícilmente los recuerdan por mucho tiempo. Las explicaciones conceptuales calan muy poco en sus mentes infantiles, y les llegan muy poco… Pero comunicarnos con los más pequeños no es difícil. Exige solamente un cambio de código. Hemos de abandonar las explicaciones conceptuales y cambiarlas por la narración simbólica, es decir, las historias, los cuentos, las metáforas, las vivencias, o cualquier otro recurso narrativo que se nos ocurra… Podemos explicarle a un niño veinte veces la necesidad de comer verduras. Ni le interesará ni lo comprenderá realmente. Pero una buena historia, con un héroe alimentado de verduras (al más puro estilo de Popeye y sus espinacas), le transmitirá perfectamente la idea, y no lo olvidará fácilmente.”
¿Pero no nos pasa un poco lo mismo a los adultos, y sobre todo a los mayores?
Mirad lo que dice Eduardo Punset, casi simultáneamente, en XLSemanal del 26 de abril al 2 de mayo de 2009: “Me encuentro mucha gente que está angustiada porque pierde la memoria. En el discurso colectivo imperante ¿hay alguien que nos recuerde lo último que se ha descubierto en este campo y que podría sosegarnos? En diversos experimentos se ha demostrado que la gente pierde unos 55 minutos todos los días intentando recordar dónde ha dejado un objeto o un número de móvil… Ahora hemos descubierto que la razón de estos agujeros en la memoria tiene poco que ver, en promedio, con la edad o el grado de concentración… Se trata de que, al contrario de los ordenadores, que tienen un sistema de archivo codificado, el nuestro es puramente contextual; es decir, tenemos tendencia a recordar un hecho determinado en función del contexto en que se produjo. Por ello recordamos mejor las cosas que nos han ocurrido en sitios inolvidables que en entornos rutinarios o aburridos… ¿Por qué no intenta profundizar en el concepto del contexto en el que se produjo el hecho olvidado, en lugar de musitar que se olvida de todo porque se hace viejo…?”
La mayoría de la gente tiene una mejor memoria visual que abstracta. Visual, en un contexto real vivido, o imaginada en una historia, un cuento… “Una imagen vale mil palabras”. Es más fácil recordar una imagen que mil palabras…
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