el miedo, la rabia, el enfado, los celos, la depresión, la culpa, la ansiedad, el resentimiento, la envidia, la vergüenza. Quizás sean estos los sentimientos más comunes y presentes en nuestros entornos cotidianos.
El mundo de los sentimientos es un mundo complejo, lugares en los más profundo de nuestro ser que son el resultado de toda una vida y enredosos procesos de aprendizaje. Todo ello dota a este mundo de una complejidad y profundidad enorme. Saber cómo se forman, a qué responden, cómo controlarlos, ... es una tarea artesanal y totalmente individualizada.
El porqué de cada sentimiento es algo personal e intransferible, pero si hay algo común que tienen todos los sentimientos es el gran efecto detonador que provocan en nuestra memoria.
Nuestro cerebro está lleno de trampas y esto es algo que cada día la ciencia nos deja más claro. Un órgano lo suficientemente inteligente como para diseñar y desarrollar sus propias armas de defensa. Su poder es inmenso y conocer cómo funciona nos hace más conscientes de nuestras limitaciones. Saber cuáles son sus fronteras y trucos nos dota de una gran capacidad para poder controlar los acontecimientos. Lo contrario, provoca que vivamos a merced de los sentimientos y sus efectos ... muchas veces incontrolables.
La relación entre cerebro y sentimientos es realmente curiosa. Ésta nos afecta mucho en nuestro trabajo y resto de entornos cotidianos. Pensemos en nosotros mismos y un sentimiento, por ejemplo, imaginémonos muy felices. En ese momento, cambiar el sentimiento de felicidad por el opuesto, la tristeza, resulta muy complicado. Lo mismo ocurre a la inversa, si estamos tristes nos resultará muy difícil estar contentos de repente.
Así es como juegan los sentimientos con nuestro cerebro. Éstos provocan una “explosión” enorme en este órgano que evita que la memoria pueda recordar, o traer al presente, otras emociones pasadas. El sentimiento del presente minimiza todos los demás y nos dificulta poder bucear en nuestra mente para buscar alternativas.
Para comprobarlo se puede llevar a cabo un sencillo experimento. Un grupo de adolescentes a los que se les pregunta cuál es su nivel de felicidad, tras esta pregunta, se les hace otra en la que se les pregunta acerca cuántas parejas han tenido.
A otro grupo de adolescentes se les hacen las mismas preguntas, pero se formula primero la referente al número de parejas.
En los resultados del experimento se puede comprobar cómo en el primer grupo los índices de felicidad en la vida son mayores que en el segundo grupo, ¿por qué?. La respuesta tiene que ver con lo contado al principio. La primera pregunta trae a nuestra memoria sentimientos que hacen que nuestro cerebro tenga una respuesta determinada, y esos sentimientos incidirán directamente en la respuesta a la segunda pregunta.
Otro experimento en esta línea puede realizarse con personas mayores a las que se les pregunte por su nivel de felicidad en la vida y su estado de salud. El orden de las preguntas genera sentimientos diferentes que provocan una alteración importante de los resultados de las mismas.
Visto lo visto, nos resultará difícil poder cambiar nuestros sentimientos, de manera que cuando sintamos rabia, envidia, vergüenza o cualquier otro sentimiento, tendremos que hacer un gran esfuerzo para cambiarlo. Conocer esto puede ayudar a que el esfuerzo sea menor a la hora de controlar y modificar determinados sentimientos indeseados. Pasar del inconsciente al consciente nos dota de un arma muy poderosa que tiene mucho que ver con el autocontrol. El autocontrol es un valor muy poderoso. Poseerlo nos dota de un gran aliado para el trabajo, y por supuesto, la vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario