la resiliencia, en términos físicos, es una magnitud que cuantifica la cantidad de energía por unidad de volumen que absorbe un material al deformarse elásticamente debido a una tensión aplicada. En los años 70, el psiquiatra Michael Rutter, inspirado por esta definición, comienza a aplicar este término en el ámbito de lo social, definiendo así la capacidad del ser humano para encajar acontecimientos desestabilizadores.
Pero como suele pasar siempre con estos temas, el concepto viene de lejos, y así fue percibido por las diferentes culturas y civilizaciones, incluso algunas de ellas tenían nombres con los que trataban de definir esa capacidad. Me gustó mucho la palabra utilizada por los indios navajos del suroeste de los Estados Unidos: Mandala. Así definían la fuerza interna que hacia que el individuo enfermo encontrase su resistencia interna para sobreponerse a la enfermedad. Mandala significa paz y orden interno.
El principal objetivo de cualquier empresa es sobrevivir. Por encima del beneficio, de la rentabilidad, de su valor de mercado, ... sobrevivir se presenta como la única garantía de futuro y el mejor plan estratégico. Para sobrevivir, al igual que en el caso de las personas, hay algunas herramientas que nos ayudan a conseguirlo. La resiliencia es una de ellas. Ella nos permite afrontar lo malo con garantías de no sufrir la pérdida del equilibrio. Y podríamos pensar que lo malo no afecta a todos por igual, pero en la vida de cualquier persona hay momentos buenos y momentos malos. Los malos son inevitables, y gracias a ellos existen los buenos. Lo bueno siempre se construye sobre lo malo. Y ese afán por mejorar es el que nos permite sobrevivir. A unas personas les cuesta menos que a otras sobreponerse a los golpes de la vida, y estas personas, por lo general, viven más años.
Las organizaciones también necesitan esta herramienta: la resiliencia organizativa. Las empresas siempre sufren dificultades y reveses durante sus ciclos de vida. Algunas empresas no resisten ni los reveses, ni las dificultades, y acaban claudicando. Sin embargo, otras salen adelante, y en el mejor de los casos, incluso reforzadas.
La resiliencia organizativa debe estar orientada a que las empresas desarrollen las capacidades necesarias para que cuando llegue el bache, se pueda utilizar el momento como un punto sobre el que construir algo mejor, y así, poder garantizar la supervivencia. Al final eso es lo importante. Vivir, y vivir una vida buena. De qué vale ganar mucho dinero un día si al siguiente ya no existimos. Los índices bursátiles son un gran indicador de este hecho. ¿Cuántas empresas llevan más de 50 años en los más importantes índices bursátiles?. Creo que se podrían contar con los dedos de las manos ... Es duro pensar que mientras que el ser humano no cesa en su reto por alargar la vida, las empresas parece que siguen destinadas a no poder vivir más allá de los 50. Es curioso, si cuando el ser humano tenía una esperanza de vida (en los países desarrollados) de 50 años estábamos en la primera mitad del siglo XX, ¿en qué siglo viven las empresas de este siglo?. Y ojo!!!, esta no es una pregunta del tipo: ¿de qué color es el caballo blanco de Santiago?.
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