¡los
polos opuestos se atraen!. ¿Verdad o mentira?. La cultura popular
utiliza este dicho para justificar la unión de personas muy diferentes,
pero, ¿realmente se atraen los polos opuestos?. La psicología ha
demostrado que esto no es así, que hay algo a lo que se denomina el
efecto similitud de atracción (SAE: similarity-attraction
effect) que provoca que nos pasemos un porcentaje importante de nuestro
tiempo buscando a personas que se parezcan a nosotros. Esta
característica humana es universal; aplica a todas las culturas que
habitan el planeta. Lo mismo sucede en tu trabajo que en una aldea
remota de las bosques de Borneo. La búsqueda de nuestros iguales empuja
buena parte de nuestras habilidades y acciones.
Lo
psicólogos Paul Ingram y Michael Morris, de la Universidad de
Columbia, realizaron un experimento al que invitaron a un buen número de
altos ejecutivos de grandes empresas y de diferentes sectores. La
reunión era convocada con el objetivo de trabajar la red de contactos de
cada uno de ellos y así poder conocer colegas de otros entornos
profesionales. Las conversaciones entre los participantes eran
monitorizadas por los investigadores y éstos observaron, como de una
manera natural e inconsciente, los contables se juntaban con los
contables, los ingenieros buscaban otros ingenieros con quienes
compartir experiencias, los médicos debatían con otros médicos la
resolución de las encrucijadas de la salud. Al final, una reunión cuyo
objetivo era mezclar personas diferentes, se acabó convirtiendo en una
sala con tantas reuniones paralelas como pares de iguales participaban.
El
anhelo por compartir nuestro tiempo con personas lo más parecidas
posible a nosotros, no sólo influye en fiestas y reuniones, este deseo
conforma la red social en la que vivimos y nos movemos, haciéndola cada
vez más selecta y restringida, un club en el que sólo se aceptan
personas como yo, con mis gustos e inquietudes, con mis valores y
principios, que comparten todo aquello que me mueve a actuar. Este hecho
hace que nuestro mundo social esté repleto de personas con las que nos
es más sencillo y cómodo vivir, donde el día a día es más llevadero y
donde nos resulta más fácil ser nosotros mismos.
Esta
realidad tiene implicaciones muy claras y de gran impacto en nuestras
vidas. Cuando vivimos la vida como si fuera un accidente, dejando que el
día a día decida por nosotros, nos podemos encontrar en lugares a los
que no pertenecemos y donde las personas con las que lo compartimos nada
tienen que ver con nosotros. En esos “no lugares” será muy difícil que
podamos ser nosotros mismos y dar salida a nuestras necesidades como
animales sociales. Si lo trasladas a tu trabajo será fácil que entiendas
lo difícil que resulta bregar en un sitio en el que tus compañeros nada
tienen que ver con tu forma de ser. Cuando la vida toma las decisiones
por nosotros y el efecto similitud de atracción queda atrofiado por la
inercia de lo cotidiano, corremos el riesgo de equivocarnos a la hora de
escoger nuestros compañeros de viaje, lo que supondrá un gran tapón a
nuestros talentos, virtudes y fortalezas.
Todo
esto no es sólo un mal que afecte a las personas. Las empresas también
padecen de esta miopía social, y en este caso el error consiste en
pensar que todas las personas son iguales y que lo único importante es
que trabajen. Traducido al mundo de las normas sociales es tanto como
afirmar que te podrías casar con cualquier persona siempre y cuando
fuera del otro sexo (o no). Cuando una empresa busca un profesional
adecuado para su organización debe pensar en los valores y principios
que la definen para luego tener claro quién puede formar parte de ese
proyecto a largo plazo. Todo lo demás es como acudir a esa fiesta de la
que hablábamos al principio, si no tienes nada en común con la persona,
ésta no tardará en darte la espalda y ponerse a hablar con otra.
Empezaba
el post con un dicho popular y me voy a atrever a cerrar con otro: dime
con quién andas y te diré quién eres. Cuando veamos dos polos opuestos
juntos nos tendremos que preguntar si realmente son tan opuestos como
aparentan… a lo mejor nos llevamos una sorpresa y vemos más similitudes
que diferencias.
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