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lunes, 7 de mayo de 2012

Tics sociales

Una de las grandes aportaciones del cine a nuestra sociedad es que hace visibles problemas “invisibles” que pasan totalmente desapercibidos. Ha sucedido con el Discurso del Rey y la tartamudez, pero hay cientos de ejemplos que nos acercan a todo tipo de desórdenes que son difíciles de entender hasta que los ves en la pantalla. Recuerdo el día que vi Una Mente Maravillosa, ese día le puse cara a una enfermedad tan terrible como la esquizofrenia, y  entendí un poco mejor lo que sienten quienes la padecen. Shutter Island es otro ejemplo que nos introduce en el oscuro y confuso mundo de las alucinaciones. Pero hay una película que me gustó especialmente y que me permitió entender algunos de los desordenes neurológicos causados por el síndrome de Tourette. La película es Mejor Imposible, en la que un Jack Nicholson espectacular nos enseña una maraña de tics y manías que son mostradas de una forma bastante cómica, pero que hacen que la vida del personaje sea bastante complicada.
Esta película me ayudó a conocer las dificultades a las que cada día tienen que hacer frente las personas que sufren este tipo de desórdenes. Pero lo que la película no muestra es la cara positiva de esta enfermedad, una cara amable que abre un mundo de posibilidades para las personas y la sociedad en general.
El síndrome de Tourette es un trastorno de desarrollo caracterizado por una serie involuntaria de tics (verbales y motores). La vida de las personas que sufren este tipo de desórdenes transcurre en una lucha constante por tratar de evitar la cara visible de esta enfermedad: los tics. Esta lucha se traduce en una activación incesante de la zona dorsolateral del cortex prefrontal de nuestro cerebro, una zona asociada al autocontrol y la regulación motora. Su activación incesante es la responsable de que las personas con este tipo de afección tengan un mayor control cognitivo que el resto de la población debido a sus esfuerzos constantes por tratar de controlar palabras, gritos, movimientos espontáneos, insultos,... que escapan a su control.
Investigadores de la Universidad de Nottingham trabajaron sobre este hecho para comprobar la consistencia de dichas conclusiones. Para ello diseñaron un experimento en el que se trataba de inhibir los movimientos oculares automáticos. El resultado del experimento fue que las personas con el síndrome de Tourette cometían menos errores que el resto. Comparando las imágenes por resonancia magnética de su cerebro, observaron que las personas con el síndrome poseían una mayor densidad de conexiones en el cortex prefrontal (recordemos que es donde se regulan nuestros impulsos).
 
Hace poco escribía sobre el autocontrol en otro post. En éste se hablaba de la voluntad y el autocontrol como recursos cognitivos finitos, que cuando se agotan, dejan expuesta nuestra persona a las respuestas caprichosas de nuestras emociones y sentimientos sin ningún tipo de filtro que matice sus efectos sobre los que nos rodean. El autocontrol y la fuerza de voluntad nos permiten ser mejores seres sociales y nos introduce en contextos en los que ser flexible con nuestro entorno nos reporta mayores beneficios a largo plazo.
En 1999, los psicólogos Mark Muraven, Roy Baumeister y Diana Tice realizaron un estudio en el que le pedían a un grupo de estudiantes que mejorasen su postura en clase durante dos semanas. En vez de sentarse encorvados, algo que hacían de manera inconsciente, tenían que estar atentos y tratar de sentarse derechos. Este grupo de estudiantes mostró un mejor resultado que el de sus compañeros en actividades que requerían capacidades relacionadas con el autocontrol. El porqué de estos resultados reside en que mientras el grupo objeto del estudio entrenaba su autocontrol, el resto lo dejaba libre y presa del momento. 
Estos resultados dotan de consistencia las conclusiones de los investigadores de la Universidad de Nottingham. Resulta que el autoncontrol es algo maleable y que podemos trabajar. Los estudios de personas con el síndrome de Tourette demuestran como el entrenamiento constante ayuda a mejorar capacidades como la de un mayor control de nuestros actos. En el caso de las personas con el síndrome de Tourette se trata de tics, pero hay otro tipo de tics que todos tenemos y que trabajamos poco, se trata de los tics sociales, esos comportamientos automáticos que reproducimos una y otra vez ante determinados patrones. Trabajarlos ayuda a que recuperar la propiedad de nuestros actos.

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