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martes, 20 de septiembre de 2011

La fiesta de la vida

Imagínate que te invitan a una fiesta. Cuando llegas, tu anfitrión escribe un número en tu frente. En ese momento accedes a una sala donde te encuentras un gran grupo de hombres y mujeres, cada uno de ellos llevan escrito en la frente un número entre el 1 y el 10. Descubres que no hay espejos en toda la casa y que por lo tanto te resulta imposible saber cuál es tu número. El sistema de valoración hace referencia a tus atributos físicos, es decir, el anfitrión valora de 1 a 10 tu apariencia física y te asigna una puntuación.
Una vez dentro, como es natural, tratas de establecer contacto con las personas que llevan el 10, te acercas pero compruebas que ellos/as no te hacen caso. Reconsiderando tus opciones pasas a fijarte en los nueves y te sucede más de lo mismo, entonces comienzas con los ochos hasta que alguien con un 4 se acerca y te invita a beber algo.
 
Hay una fábula conocida como “el zorro y las uvas” en la que un zorro, mientras paseaba por el bosque,  encuentra un racimo de apetecibles uvas colgando de una rama. El zorro, sediento, decide tomar carrerilla para saltar y hacerse con las uvas. Tras varios intentos, el zorro es incapaz de alcanzarlas y decide abandonar su misión. En ese momento se dice a sí mismo: “seguramente estén agrias”. Esta fábula nos muestra lo sencillo que resulta despreciar todo aquello que no está a nuestro alcance.
 
Algo similar sucede en la fiesta a la que nos han invitado. Tenemos una tendencia natural a sobrevalorar nuestros atributos, pero la realidad es que dicha valoración siempre está sometida a consideraciones que están lejos de nuestro alcance. Lo normal es que busques dieces porque tú mismo no te puedes ni imaginar que valgas menos de un 10. Pero el entorno te demuestra que esa valoración no concuerda con la realidad, y en un proceso natural de adecuación buscas tu rango, la escala a la que perteneces. A medida que la fiesta discurre, comienzas a comprobar que el 10 llama al 10, que el 7 llama al 7 y que este proceso sucede de un modo totalmente natural.
Al igual que en la fábula del zorro y las uvas, surge en nosotros una predisposición hacia el desdén por todo aquello que no podemos tener y que está lejos de nuestro alcance. Es entonces cuando ponemos en funcionamiento nuestras armas y de una manera subconsciente nuestra cabeza es capaz de cambiar la forma de observar el mundo que nos rodea. En vez de simplemente aceptar aquello que está lejos de nuestro alcance, nuestro arsenal psicológico convierte nuestra realidad en algo totalmente aceptable. No nos vamos a hundir porque un 10 no nos quiera, en vez de ello utilizaremos nuestros recursos para pensar que quizás esas uvas estén demasiado ácidas para nosotros.
 
¿Cómo funcionan estos trucos “caseros” para conseguir suplantar la verdadera realidad por aquella que más nos conviene?. SImplemente consiste en cambiar la ponderación de nuestro sistema de prioridades. En nuestra fiesta, si comprobamos que nuestra puntuación es un 4, el aspecto físico pasará a un segundo plano y comenzaremos a valorar otros aspectos como la simpatía, el nivel cultural, la calidad de la conversación, las aficiones,... Por contra, el grupo de personas con un 10 no despreciarán estos valores, pero priorizarán el aspecto físico por encima de muchos de los factores antes mencionados. Simplemente reconsiderando el ranking de atributos somos capaces de modificar nuestra visión del mundo. Y esto no significa que el 4 no sea capaz de apreciar la belleza, lo que ocurre es que al verla lejos de su alcance la convertirá en un factor menos importante en su escala de prioridades.
 
Este proceso de valoración no sólo sucede en el ámbito de lo físico. El mundo profesional es otro entorno donde se produce. Pero hay una diferencia clara entre ambos, mientras que en el ámbito de lo físico poco podemos hacer para cambiar nuestro aspecto (poco creo en la cirugía y en el photoshop), en el mundo profesional esta nota tiene una mayor dependencia de nosotros mismos. En este caso, nosotros somos los dueños de nuestra puntuación y podemos hacer mucho para cambiarla. Pocas cosas más ridículas hay que creerse un 10 y ser un 4. ¿Te lo imaginas?, pulular por tu empresa creyéndote un fenómeno mientras que el resto ve el 4 grabado a fuego en tu frente.

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