¿Te
suena eso del típico día duro de trabajo en el que llegas a casa de
mala leche?. Creo que es algo más común de lo que parece. Esa mala leche
surge por algo, y como siempre, los científicos sociales nos ayudan a
entender el origen del mal humor. En los años 90, Roy
Baumeister y Mark Muraven nos hablaron del “agotamiento del ego”.
Nuestro autocontrol y fuerza de voluntad son recursos cognitivos
finitos, de manera que su sobreutilización acarrea un agotamiento del
ego que lo convierte en cobarde y débil a la hora de afrontar la
realidad que le toca. Nuestro
día a día hace que vivamos con el piloto automático puesto y eso nos
lleva a vivir una vida que a veces no se parece a la que nos gustaría.
En el 2007 se realizó un estudio en esta línea que reforzaba las teorías de Roy
Baumeister y Mark Muraven. Se disponía un grupo de hambrientos
individuos a los que se le ofrecía un sabroso donuts de chocolate. Los
científicos le pedían a los participantes que tratasen de reprimir su
ansias por comerse aquel delicioso donuts. Pasado un tiempo, los
científicos comenzaron a increpar a los participantes. Comprobaron que
aquellos que no habían conseguido refrenar sus ansías tenían respuestas
mucho más agresivas a los insultos de los científicos. Esto confirma el
típico estado de ánimo de la gente que está a dieta o tratando de dejar
el tabaco. La necesidad de autocontrolarse agota su ego dejando que las
emociones negativas afloren mostrando su peor cara.
Estos
estudios le dan sentido a la necesidad de ser uno mismo en el trabajo, y
en la vida en general. Ser uno mismo suena evidente, pero es increíble
comprobar como dejamos de serlo para tratar de comportarnos de otra
manera. Esto nos conduce al agotamiento de nuestra esencia, y eso puede
resultar peligroso.
La
velocidad de nuestras vidas nos obliga a vivir a un ritmo en el que
malgastamos el autocontrol y la fuerza de voluntad, dos recursos
necesarios para mantener nuestra homeostasis interior. Derrochamos estos
recursos en situaciones poco necesarias, lo que demuestra que el ser
humano es un depredador de los recursos finitos. Cada vez que tenemos a
nuestro alcance recursos limitados los consumimos hasta agotarlos. Así
sucede con el petróleo, los bosques, los océanos,... y por supuesto, con
la fuerza de voluntad y el autocontrol. ¿Por qué lo hacemos?, quizás
por esas prisas con las que vivimos. Mucho no es sinónimo de mejor.
Elegimos y pensamos como maximizadores, lo que nos aparta del
equilibrio. Situaciones mantenidas de este tipo de comportamientos
tienen situaciones fatales: divorcios, despidos, quiebras,...
A lo largo de este blog he escrito muchos posts
en los que se hace referencia a la vocación. Realmente esta es la clave
para evitar que nuestro ego se agote y nos convierte en nuestras peores
versiones. Cuando haces algo con lo que disfrutas es raro que tengas
que utilizar el autocontrol y la fuerza de voluntad. Estos bienes están a
buen recaudo cuando lo que haces no supone esfuerzo alguno para ti,
cuando puedes ser tú mismo, cuando puedes expresar tus ideas y
pensamientos. En estas situaciones nuestra fuerza de voluntad y nuestro
autocontrol disponen de una tarifa plana. No hay consumo y por lo tanto
nuestro equilibrio interior nos conduce con mayor facilidad a
sentimientos de bienestar.
Merece
la pena dedicarle tiempo a pensar: ¿qué es lo que me gusta?, porque
cuando encuentras la respuesta dispones de la llave que abre una de las
puertas que conduce al bienestar.
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