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viernes, 4 de febrero de 2011

Somos unos cotillas

El ser humano es cotilla por naturaleza. No hay más que encender la televisión o ir al quiosco para darse cuenta de la gran cantidad de información que genera el “mundo rosa”. Una oferta que atiende a una demanda que realimenta esa oferta y así continuamente llenando nuestras parrillas televisivas de vidas de famosos, frikis y personajillos autoproclamados personajes públicos. ¿Por qué se consume tanto cotilleo?, ¿por qué disfrutamos tanto sabiendo los pormenores de vidas ajenas?.
 
Sería pretencioso por mi parte tratar de responder a estas preguntas, pero sí que es cierto que la atención del ser humano se comporta de tal manera que nos hace ávidos de historias incompletas. En un artículo publicado en Psychological Science se analiza por qué es más duro no prestar atención a una conversación telefónica que a una conversación convencional entre dos personas. La diferencia entre ambas radica en la cantidad de información de la que disponemos; en la conversación tradicional tenemos todos los datos, mientras que en la conversación telefónica sólo disponemos de la mitad. Es precisamente esa asimetría la que provoca que nuestra atención dirija su foco hacia el gap informativo, despertando nuestra curiosidad. El objetivo es tratar de completar esa conversación telefónica, de construir un patrón que nos permita entender el total del contexto, de encontrar el orden que tanto necesitamos.
Éste documento quizás sea una de las razones que nos ayude a entender ese gusto del ser humano por consumir y opinar sobre la vida de los demás. Al carecer de la información suficiente sobre la misma, nuestra curiosidad comienza a tejer complicados itinerarios en búsqueda del porqué.
 
Visto lo visto, el origen del cotilleo y del ruido responde al vacío. Cuando no tenemos información la creamos nosotros mismos para hacer que todo tenga sentido… desde nuestro punto de vista, por supuesto. Ocurre que hay tantos puntos de vista como personas, lo que hace que el proceso de completar ese gap se pueda convertir en una lucha de teorías ridículas fruto de maquinaciones de cada quien. 
 
El daño que provocan los cotilleos puede ser muy perjudicial, no sólo para las personas, también para las organizaciones. Las empresas no están libres de este “cáncer”. Ruido que se incorpora a los canales de comunicación fruto de silencios, de oscurantismo y de un secretismo contraproducente. Se podría pensar que no informar sobre determinados temas es prudente, no voy a entrar a valorarlo, pero según describió George Loewenstein con su teoría de la curiosidad, nuestro sistema de procesamiento de información tiene mucho que ver con dónde dirige nuestra mente la atención. Si hay vacío, nuestra mente busca completarlo. Si no hay vacío, dedica sus recursos a otras cuestiones.
Si en el trabajo nos dedicamos a fomentar entornos poco transparentes, es probable que la atención se centre en tratar de dar luz a esa oscuridad. En el contexto contrario, la gente se dedica a hacer lo que tiene que hacer.
Mientras se fomente el oscurantismo tendremos cotilleo, y mientras tengamos cotilleo estaremos tirando una gran cantidad de recursos a la basura. Pero ojo!!!, como dice la canción: “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir...”

cotilla s. com. fam. Persona que se dedica a informar de noticias y rumores que afectan a otros, generalmente para criticar a los demás o darse importancia.

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