Tiempo de insomnio, tiempo de ideas. Esta vez toco pensar en por qué unas veces nos dormimos y otras no. Terminé cavilando en el poderoso efecto que la inercia tiene sobre nuestras vidas ... ahora me explico. ¿Cuándo nos quedamos dormidos?, generalmente cuando nuestra cabeza no tiene nada en que pensar, cuando la inercia de la inactividad la lleva a relajarse y así poder conciliar el sueño. Por contra, cuando tiene ideas entre manos, el proceso de conciliar el sueño es más complicado. Algo parecido ocurre cuando conduces por carreteras con pocas curvas, largas rectas, poco tráfico y ya ni te cuento si hay poca luz. En estos casos la posibilidad de quedarse dormido al volante es enorme.
En este tipo de situaciones lo que ocurre es que no se nos presenta ningún reto que nos exija estar alerta, todo lo contrario, las cosas no cambian y nuestro cerebro lucha por ponerse en modo off. Así surge un duelo de titanes entre nuestra voluntad y nuestro cerebro ... y ya os anticipo que el cerebro suele tener más ases en la manga que nuestra bienintencionada voluntad.
El insomnio, y procesos del estilo, son pruebas de fuego en las que se decide quién manda. Cuando el insomnio te vence, o cuando la carretera te obliga a parar para echar una cabezada, quien manda es la inercia. La inercia es muy poderosa. Tiene una magia especial que nos envuelve y engaña. Sabe seducir a nuestra mente con una habilidad muy especial. Esta habilidad se la hemos enseñado nosotros. Nosotros somos los que le hemos explicado cuáles son las excusas, cuáles son los pretextos que siempre funcionan, esos cantos de sirena que nos llevan a dejarnos llevar.
Este dejarnos llevar no es importante cuando estamos hablando del insomnio. Pero, ¿qué ocurre si hablamos de nuestra vida?, ¿qué sucede si es la inercia la que decide lo que hacemos y cuándo lo hacemos?.
Párate a pensar en lo siguiente: ¿qué probabilidad existe de que mañana repitas muchas de las cosas que has hecho hoy?. La inercia es un gran predictor cortoplacista. Las cosas se suelen repetir en nuestras vidas de una manera sistemática. Funcionamos como relojes. Y cuántas personas conoces que utilicen el pretexto “es que las cosas son así” para permitir que la voluntad se arrodille delante de inercia. Este tipo de procesos me recuerdan a los ladrones, esos que se llevan lo que no les pertenece y hacen con ello lo que les da la gana. Así funciona la inercia. Un ladrón del presente. Nos anula para decidir sobre el aquí y el ahora. Mientras tanto la vida pasa, las excusas mejoran, el engaño se complica, ... y el resultado es la frustración. El sabor y el sentimiento de esta frustración es complicado de describir, pero párate a pensar lo que fastidia cuando no te quedas dormido: las vueltas infinitas en la cama, los intentos baldíos de concentrarte en dormir, pero sobre todo el cansancio y malhumor con el que te levantas por la mañana. El ejemplo no es comparable, pero seguro que ayuda a hacerte una idea.
Ahora bien, no iban a ser todo cosas malas. Hay otra forma de inercia, se trata de aquella que es hija de la fuerza voluntad. Esa inercia resultado del esfuerzo, de coger la sartén por el mango y decidir el qué, el cómo, el cuándo y el dónde. Ésta se construye con mucho trabajo. La ventaja es que una vez alcanzada, algo que suponía un esfuerzo deja de serlo para convertirse en un hábito. Genial!!!
Tú eliges que tipo de inercia quieres que reine en tu vida. Las dos tienen el mismo nombre, pero contenidos bien diferentes.
Yo seguiré luchando contra el insomnio a ver si esta noche lo consigo, pero en estos casos, la fuerza de voluntad no me sirve más que para afrontar el día siguiente con ánimo y buen humor ... y no es un tema que quiera convertir en hábito.
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