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sábado, 6 de febrero de 2010

la sana competencia

a veces me gusta salir a correr, y durante este rato de reflexión y deporte, llevo observando durante tiempo algo que me llama mucho la atención. Suelo salir a correr por un paseo que está al lado del mar, cerca de mi casa. Este paseo está lleno de padres con sus hijos: bicicletas, carritos, patines, carreras, travesuras, ... y un sin fin de actividades que rodean esos momentos.

Durante mi carrera me cruzo con muchos niños, y siempre me ha parecido curioso como éstos se ponen a correr a tu lado tratando de adelantarte. Luchan, se esfuerzan, lo dan todo, y ante este acto de desarrollo no puedes dejar de bajar un poco el ritmo para ver cómo todo ese esfuerzo se ve recompensado. Por unos segundos te adelantan, te ganan, en ese momento el esfuerzo llega a su fin y la satisfacción desborda las caras de tus “contrincantes”. 

Me llama la atención porque son niños. Niños con el disco duro vacío, en pleno desarrollo de su personalidad, carentes de embudos que entorpezcan sus cualidades, pero que ya son capaces de competir; de alguna manera sienten esa necesidad. ¿Por qué?. Observando el proceso me lleva a concluir que es parte del desarrollo de la persona. Competir te ayuda a crecer, lejos de una competición insana, la competitividad que demuestran es la base del desarrollo. Querer mejorar te ayuda a potenciar todo tipo de cualidades y capacidades, y éstas son una parte esencial del crecimiento de la persona. Es un proceso natural, competir contra el desarrollo, no contra un contrincante inexistente.

En el tiempo que estamos trabajando deberíamos estar creciendo. No crecer significa retroceder. Y para poder crecer debemos utilizar la competitividad que teníamos de niños. Competir contra nuestro desarrollo, viendo en esa competición un desafío, más que una amenaza. ¿Y cómo competimos?. A mí se me ocurren algunas maneras que os comento: 
Primero, y lo más importante, hacer algo que nos guste. Si trabajamos en algo que nos gusta todo el proceso resultará más sencillo ya que tendremos la gran suerte de poder disfrutar haciendo nuestro trabajo. Otra forma de competir con nosotros mismos puede ser desarrollando nuestra inteligencia emocional, para ello se recomienda la practica de la empatía, la escucha activa, la generosidad, la gratitud, el compromiso, ... la práctica de todo ello nos permitirá poder disfrutar de nuestro entorno, al tiempo que nuestro entorno disfruta de nosotros. Hacer más fácil la vida de los otros no es más que un acto de egoísmo que lo que busca es nuestro bienestar. Y todo esto es recomendable que esté aderezado con optimismo y una actitud positiva.

Dejar de crecer es el comienzo de la decadencia. En ese momento comenzamos el descenso de una montaña que previamente habíamos subido. Pero lo interesante de este juego es pasar el mayor tiempo posible en la cima para poder disfrutar del paisaje. Y lo bueno que tiene esta montaña es que la altura nos la fijamos nosotros, y además la podemos modificar a lo largo del tiempo.

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